Durante los últimos días estamos asistiendo a la transmisión en vivo de un genocidio. El del Estado de Israel sobre el pueblo palestino. Después del ataque llevado adelante por Hamas, el gobierno de Netanyahu profundizó de forma brutal lo que constituye una verdadera política de Estado del sionismo: el exterminio de la población civil palestina. Se decretó el sitio total a la Franja de Gaza cortando la electricidad, el agua y la entrada de alimentos y productos médicos mientras se la bombardeaba sin tregua. Mientras tanto, se exacerban los ataques de los colonos ultraderechistas en Cisjordania a los poblados palestinos de esa zona. En el día de ayer, Israel escaló aún más la ofensiva exigiendo a la ONU la evacuación de 1,1 millones de personas (la mitad de la población total) del Norte de la Franja de Gaza hacia el sur, algo que la propia ONU desestimó como imposible. Hay que recordar que Gaza es el tercer territorio más densamente poblado del planeta: más de 2 millones de personas viven hacinadas en una franja de 40 km de largo por 10 km de ancho en condiciones infrahumanas y sin poder salir con permiso expreso del Estado. Ya antes de estos ataques, la situación en la Franja era precaria. Hoy se ha vuelto insostenible.
Como judíos y judías en Argentina entendemos que la raíz de la violencia que estamos presenciando es la opresión que sufre el pueblo palestino desde hace más de 75 años a manos del Estado de Israel. Nos separan profundas diferencias de grupos políticos clericales y reaccionarios en muchos aspectos como Hamas y sus métodos. Pero sabemos que no se puede analizar (ni entender) lo ocurrido el pasado 7 de octubre sin tener en cuenta la escalada de violencia previa llevada adelante por el establishment político de Israel, su ejército y sus fuerzas de choque paramilitares (los llamados “colonos”). Durante meses, se sucedieron los desalojos de pueblos enteros en Cisjordania y de barrios mayoritariamente palestinos en Jerusalén este. Los colonos ejecutaron verdaderos pogroms en las aldeas, destruyendo viviendas, autos, quemando cultivos y asesinando pobladores. Dos días antes de los ataques de Hamas, ocurrió un pogrom en el pueblo de Huwara que se cobró la vida de un adolescente de 16 años. Al mismo tiempo, el gobierno y el ejército habilitaron las marchas de los grupos de ultraderecha donde los cantos de “Muerte a los árabes” y “Por una nueva Nakba” fueron moneda corriente mientras se permitía el ingreso masivo de judixs a la mezquita Al-Aqsa, símbolo de la resistencia palestina a la ocupación.
Esta escalada se inscribe en una política que lleva 75 años y que se profundiza cada vez más de la mano de la derechización de la sociedad israelí. Mientras el Ministro de Defensa calificaba a los palestinxs como “animales humanos”, el Presidente consideró que “no hay inocentes en la Franja de Gaza”, un territorio donde la mitad de la población son menores de 18 años. Como judíos/as viviendo en sociedades multiculturales y multiétnicas, entendemos que la opresión que vemos hoy nace en la esencia misma del sionismo y la fundación del Estado de Israel. Lejos de lo que nos hicieron creer durante mucho tiempo, Israel no se fundó en un territorio desierto y vacío, sino sobre la sangre y la desposesión de quienes vivían en Palestina hasta entonces. La Nakba (“catástrofe” en árabe) fue el proceso de limpieza étnica de lxs palestinxs para poder instalar un Estado que se concibió sobre la base de la supremacía judía frente al resto de lxs habitantes de la zona. Como argentinxs, estas tergiversaciones nos recuerdan a las escenas más vergonzantes y canallescas de nuestra historia, como la llamada “campaña del desierto” para ocultar el genocidio de los pueblos originarios.
En Israel y los territorios ocupados rige desde hace años un régimen de apartheid que desplaza progresiva y forzosamente a la población palestina, generando refugiados constantemente y circunscribiendolos cada vez a un área más pequeña mientras los hostigan y matan en pogroms amparados por el estado, negándoles derechos fundamentales como el de su propia identidad. Aunque comprendemos el dolor por la pérdida de vidas civiles israelíes (igual que el que se siente por la pérdida de vidas de palestinos), sabemos que no es posible plantear ninguna comparación entre el accionar de un grupo político que canaliza la rebelión de un pueblo contra la opresión y el terrorismo de Estado ejercido por uno de los ejércitos más poderosos del mundo. Nos preguntamos: quienes hoy justifican el accionar criminal de Israel sobre la población de Gaza, ¿justificarían también el terrorismo de Estado de la dictadura del 76 contra los trabajadores argentinos, disfrazándola como si hubiese estado dirigida contra organizaciones armadas?
Hoy, en el 2023, estamos presenciando un genocidio transmitido en el prime-time. Durante los años posteriores al nazismo, una pregunta sobrevoló a la sociedad alemana: ¿todos allí sabían lo que estaba ocurriendo? Hoy, es imposible no saberlo. Hoy, el silencio es más que nunca cómplice de la masacre en curso. Como judíxs, rechazamos la campaña política y mediática que se desarrolla contra quienes denunciamos el accionar del Estado de Israel y que ha incluido amenazas de muerte a dirigentes políticos que se expresaron en defensa del pueblo palestino. Ratificamos, junto a miles de judixs alrededor del mundo, que sionismo no es sinónimo de judaísmo. Y que denunciar los crímenes del Estado de Israel de ninguna manera es un acto antisemita, menos aún cuando las ultraderechas de alrededor de todo el mundo cierran filas detrás de Israel. Sabemos que hoy más que nunca la presión es brutal. Incluso al interior de la vida familiar. Pero sabemos también que no podemos quedarnos callados mientras exterminan a un pueblo en nuestro nombre.
Cuando decimos Nunca más, es nunca más para todxs.
No al genocidio en Gaza
Basta de apartheid contra el pueblo palestino
Por una Palestina única y laica
17/10/23 – Judíes por Palestina
In recent days, we have been witnessing the live broadcast of a genocide—the one carried out by the State of Israel against the Palestinian people. Following the attack by Hamas, Netanyahu’s government has brutally intensified what constitutes a true state policy of Zionism: the extermination of the Palestinian civilian population. A total siege was imposed on the Gaza Strip, cutting off electricity, water, and the entry of food and medical supplies while relentless bombings continued. Meanwhile, far-right settler attacks in the West Bank against Palestinian villages have escalated. Yesterday, Israel further escalated its offensive by demanding that the UN evacuate 1.1 million people (half the total population) from the northern Gaza Strip to the south, a request the UN itself dismissed as impossible. It is worth remembering that Gaza is the third most densely populated territory on the planet: over 2 million people live crammed into a 40 km by 10 km strip in inhumane conditions, unable to leave without express permission from the state. Even before these attacks, the situation in Gaza was precarious. Today, it has become unsustainable.
As Jewish people in Argentina, we understand that the root of the violence we are witnessing is the oppression that the Palestinian people have suffered for more than 75 years at the hands of the State of Israel. We have deep differences with clerical and reactionary political groups such as Hamas and their methods in many aspects. However, we know that the events of October 7 cannot be analyzed (or understood) without considering the prior escalation of violence carried out by Israel’s political establishment, its army, and its paramilitary shock forces (the so-called «settlers»). For months, entire villages in the West Bank and predominantly Palestinian neighborhoods in East Jerusalem were forcibly displaced. Settlers executed outright pogroms in villages, destroying homes, vehicles, burning crops, and murdering residents. Two days before Hamas’s attack, a pogrom took place in the town of Huwara, killing a 16-year-old boy. At the same time, the government and the military enabled marches by far-right groups where chants of «Death to the Arabs» and «For a new Nakba» were commonplace, while mass Jewish entry into the Al-Aqsa Mosque—a symbol of Palestinian resistance to occupation—was allowed.
This escalation is part of a policy that has lasted 75 years and continues to deepen as Israeli society shifts further to the right. While the Defense Minister described Palestinians as «human animals,» the President stated that «there are no innocents in Gaza»—a territory where half the population is under 18 years old. As Jewish people living in multicultural and multiethnic societies, we understand that the oppression we see today originates in the very essence of Zionism and the foundation of the State of Israel. Contrary to what we were made to believe for a long time, Israel was not founded on an empty and deserted land but on the blood and dispossession of those who lived in Palestine until then. The Nakba (“catastrophe” in Arabic) was the process of ethnic cleansing of Palestinians to establish a state conceived on the basis of Jewish supremacy over the rest of the region’s inhabitants. As Argentinians, these distortions remind us of the most shameful and despicable episodes of our own history, such as the so-called «Desert Campaign,» which was used to conceal the genocide of Indigenous peoples.
For years, an apartheid regime has been in place in Israel and the occupied territories, systematically displacing Palestinians, forcing them into ever smaller areas, turning them into refugees, and subjecting them to state-backed pogroms while denying them fundamental rights, including their own identity. While we recognize the pain of losing Israeli civilian lives—just as we feel the pain for the loss of Palestinian lives—we know that no equivalence can be drawn between the actions of a political group channeling a people’s rebellion against oppression and the state terrorism exercised by one of the most powerful armies in the world. We ask: those who justify Israel’s criminal actions against the people of Gaza today—would they also justify the state terrorism of Argentina’s 1976 dictatorship against Argentine workers, disguising it as a fight against armed organizations?
Today, in 2023, we are witnessing a genocide broadcast in prime time. In the years following Nazism, a question haunted German society: Did everyone know what was happening? Today, it is impossible not to know. Today, silence is more than ever complicity in the ongoing massacre. As Jewish people, we reject the political and media campaign against those of us who denounce Israel’s actions—a campaign that has even included death threats against political leaders who have spoken out in defense of the Palestinian people. Along with thousands of Jewish people around the world, we reaffirm that Zionism is not synonymous with Judaism. Condemning the crimes of the State of Israel is by no means an act of antisemitism—especially when far-right movements across the world align themselves with Israel. We know that today, more than ever, the pressure is brutal—even within family life. But we also know that we cannot remain silent while a people are exterminated in our name.
When we say “Never Again,” we mean never again for everyone.
No to genocide in Gaza.
End apartheid against the Palestinian people.
For a united and secular Palestine.
October 17, 2023 – Jews for Palestine